3º domingo de Pascua - ciclo B

LECTURAS Y HOMILIA EN AUDIO: Lucas 24, 35-48

1.  Por más que el valor histórico de las apariciones del Resucitado se pueda poner en cuestión, su mensaje profundo es incuestionable. Ahora bien, tal mensa­je no consiste solo en afirmar que Jesús es El Viviente, que ha vencido a la muerte. Además de eso, los relatos de las apariciones dejan muy claro que Jesús Re­sucitado, por más que estuviera "exaltado por la diestra de Dios"(Hech2,33) y por más que "Dios lo constituyera Señor y Mesías" (Hec 2,36) e Hijo de Dios en plena fuerza" (Rm 1,4), lo más increíble y lo que más impresiona es que Jesús, precisamente después de la resurrección, es cuando aparece y se muestra más humano que nunca.
2.  Una vez que, en Jesús, Dios se fundió y se confundió con lo humano, cuando Jesús resucita, por más divinizado que nosotros lo pensemos y lo creamos, la di­vinización no lleva consigo ni un alejamiento, ni el mínimo de pérdida de su condición humana, sino todo lo contrario: precisamente porque nosotros lo vemos más divino, por eso se hace más profundamente humano.

3.  Esto explica que Jesús es reconocido al partir el pan, y su presencia quita todos los miedos y dudas, dando paz y alegría; se deja ver, tocar, palpar; come ante todos, se muestra a las mujeres antes que a nadie, les explica las Escrituras, condesciende con las exigencias de un incrédulo como Tomás, y hasta le pregunta a Pedro tres veces si es cierto que le quiere más que nadie. También Jesús resucitado es sensible al cariño humano y lo necesita.

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